Actualmente, la cloración salina es uno de los sistemas que empiezan a utilizarse con más auge en los ultimos años, de todas maneras es un sistema de sobra conocido en paises como Australia o Estados Unidos que llevan tratando sus piscinas desde hace más de 40 años.
El agua salina, generada por la electrólisis salina, inhibe la formación de bacterias y algas, actuando sobre la piel del bañista como un suave antiséptico natural. Su baja concentración salina, similar a la del cuerpo humano e inferior a la lágrima del ojo, evita los trastornos oculares y dermatológicos producidos por el sistema tradicional.
Estas ventajas para la salud, se deben a que las cloraminas, resultantes de la reacción de las aminas, que se forman por contaminación de los bañistas (sudor, secreciones, aceites solares…) con el hipoclorito sódico, son destruidas continuamente en la potente célula del electrolizador en todos los periodos de funcionamiento, varias horas al día. En los sistemas de tratamiento tradicional esto no ocurre así; las cloraminas, junto con los residuos de los isocianuros que se adicionan al cloro para conservarlo, son las causantes de la irritación de la piel y los ojos, y del desagradable olor químico del agua. Además, los componentes perjudiciales (isocianuros, conservantes) presentes en los sistemas tradicionales de cloración, van acumulándose residualmente en el vaso de la piscina.
Por otro lado el sistema de electrólisis salina tiene una acción de desinfección doble, ya que genera por un lado hipoclorito sódico en descomposición y además los ontaminantes también son eliminados en el electrodo.
La electrólisis salina no deteriora el cabello ni sus tintes ni los trajes de baño.
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